Viajar es un festín para los sentidos, y la gastronomía suele ser uno de los ingredientes más sabrosos del viaje. A través de los sabores de un país podemos acercarnos a su historia, sus costumbres y también a sus contradicciones. No hay nada como perderse por los mercados locales, dejarse guiar por los aromas de los puestos callejeros, probar recetas que han pasado de generación en generación. Sin embargo, a veces, lo que creemos típico de un lugar, resulta no serlo tanto. En el mundo de la gastronomía los nombres de las recetas parecen indicar claramente su origen, pero no siempre es así.
Tabla de Contenidos
Nombres de recetas y su verdadero origen
Gracias al equipo de Jetcost.es, podemos compartir una selección de muchas recetas que no tienen el origen que su nombre parece delatar. Estos son los más famosos:
La tortilla francesa, sin pasaporte galo
Quienes visitan España se sorprenden al ver en la carta la famosa «tortilla francesa». ¿Qué la hace francesa? Lo cierto es que nada. Este plato se remonta a los tiempos de la Guerra de la Independencia, cuando el asedio francés a Cádiz y San Fernando provocó una escasez de alimentos. Sin papas ni cebolla para preparar la tradicional tortilla española, los cocineros improvisaron una versión más simple, solo con huevos. Para diferenciarla de la original, se la llamó «tortilla a la francesa», en recuerdo de los tiempos de ocupación. Hoy sigue siendo parte del recetario diario en muchos hogares… aunque los franceses ni la reclaman como suya.
Ensaladilla rusa: de Moscú con toque francés
La famosa ensaladilla rusa tampoco es completamente rusa. Su historia comienza en el lujoso restaurante Hermitage de Moscú, donde el chef Loucien Olivier, de origen franco-belga, creó una sofisticada ensalada que llevaba perdiz, caviar, lengua de buey y su mítica mayonesa casera. Con el tiempo —y muchas revoluciones mediante— la receta se simplificó hasta quedar en lo que conocemos hoy: patata, zanahoria, guisantes, atún o pollo, y, por supuesto, mayonesa. Cambió de ingredientes, de clase social y hasta de nombre, pero su sabor sigue viajando por el mundo.

Filete ruso: sí es ruso… pero también francés
El filete ruso es otro ejemplo de esa cocina híbrida que nace en la aristocracia. Aunque el nombre lo delata, en Rusia se conoce como kotleta, y fue creado por chefs europeos que trabajaban para la nobleza rusa. Lo interesante es que este plato es considerado precursor de la hamburguesa americana: carne picada mezclada con pan, huevo, cebolla y especias, luego rebozada y frita. ¿La diferencia con la hamburguesa? No lleva pan arriba y abajo, pero sí mucho corazón de fusión cultural.
La hamburguesa no nació en Hamburgo
Aunque su nombre parece un homenaje a la ciudad alemana de Hamburgo, la hamburguesa, tal como la conocemos, es una creación estadounidense con raíces germano-rusas. Fueron los inmigrantes alemanes los que llevaron el steak tartar al Nuevo Mundo, y fue allí, en Connecticut, donde un cocinero llamado Louis Lassen decidió poner la carne entre dos panes. Así nació la hamburguesa moderna. Y de ahí al cielo… o a cualquier cadena de comida rápida.
Por cierto, si te interesa la alta cocina incluso en los fast foods, te sorprenderá saber que la hamburguesa más cara del mundo cuesta 5.000 dólares. Se llama The Golden Boy y lleva ingredientes como caviar Beluga, trufa blanca y láminas de oro.
Croissant: un vienés en París
Pocos alimentos se asocian tanto con Francia como el croissant. Sin embargo, su origen está en Viena. Tras frustrar un intento de invasión otomana en 1683, los panaderos vieneses celebraron su victoria creando un bollo en forma de medialuna, símbolo de la bandera islámica. Fue María Antonieta, de origen austríaco, quien llevó esta delicia a la corte francesa, donde fue reinterpretada con masa de hojaldre y perfeccionada hasta convertirse en el croissant que hoy conocemos.
Pizza: un viaje desde Persia hasta Nápoles
La pizza moderna tiene su cuna indiscutible en Nápoles, pero la idea de poner ingredientes sobre pan plano es mucho más antigua. Desde Persia hasta Egipto, los panes decorados con queso o dátiles eran comunes. Fue en Italia donde se formalizó el concepto con tomate y mozzarella, creando las variantes marinara y margherita que siguen siendo las más fieles a su legado. Eso sí, no pidas una “pizza de pepperoni” en Nápoles, o te traerán una cubierta de pimientos (peperoni, en italiano). Para el embutido picante, tendrás que explicarte mejor.
Arroz a la cubana… que no se come en Cuba
Curiosamente, en Cuba no se conoce el “arroz a la cubana” tal como lo entienden en España: con plátano frito, huevo y tomate. Allí el arroz se sirve con frijoles, carne o verduras, pero sin esta combinación tan castiza. Todo indica que fue en las Islas Canarias, tras el regreso de emigrantes cubanos, donde se popularizó esta receta mestiza. Un ejemplo más de cómo la nostalgia puede dar lugar a nuevos clásicos.
Tempura: de Portugal a Japón, pasando por el calendario litúrgico
La tempura japonesa es una técnica elegante, rápida y crujiente, pero su origen está en Portugal. Durante la Cuaresma, los misioneros católicos preparaban pescados y verduras rebozados, en lo que llamaban las “tempora” (tiempos litúrgicos). Los japoneses adoptaron la receta, le dieron su propio giro, y la transformaron en el arte que conocemos hoy. Otra demostración de que la religión también deja huella en los fogones.

Sushi: del sudeste asiático a Tokio
El sushi comenzó siendo una técnica de conservación en el sudeste asiático: pescado fermentado entre capas de arroz cocido que se desechaba antes de comer. Japón lo adoptó, lo perfeccionó y le dio el toque artístico que hoy admiramos. Así que, aunque el sushi es un símbolo del Japón moderno, sus raíces están más dispersas de lo que parece.
Chimichanga: el error que conquistó Arizona
Por último, viajamos a Estados Unidos. La chimichanga, ese burrito frito tan irresistible, nació por accidente. Según la historia, una cocinera de Arizona dejó caer un burrito en una freidora. Al ver el resultado, decidió probarlo. Estaba tan delicioso que lo añadió al menú. Iba a soltar una palabrota, pero con niños presentes, improvisó: “¡chimichanga!”. Y así quedó bautizado este plato mestizo y suculento.
Un viaje con sabor a historia
La gastronomía es una de las formas más sabrosas de contar la historia de la humanidad. Todas estas recetas populares del mundo esconden una ruta, un viaje, una conquista o una necesidad. Detrás de cada bocado hay siglos de cultura, errores afortunados y migraciones con sazón. Así que la próxima vez que te sientes a la mesa, pregúntate: ¿de dónde vendrá realmente esto?
Porque, al final, los platos también tienen pasaporte… aunque a veces, no sea el que figura en la etiqueta.
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