Siguiendo con el mundo de los trastornos y los procesos psicológicos, vamos a hablar del famoso Síndrome de Estocolmo, del que seguramente habrás oído muchas veces, pero quizás no conozcas tanto sobre él.
Por ello, en estas líneas vamos a hablar de ello en profundidad. Para empezar, hay que decir que el Síndrome de Estocolmo es un estado psicológico que aparece en víctimas de un secuestro por el que terminan por establecer lazos afectivos hacia el captor. De hecho, muchas veces ocurre que ese vínculo hace que la propia víctima acabe entendiendo y aprobando la causa de su verdugo.
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¿Cuándo nació el Síndrome de Estocolmo?
La psicología ubica el nacimiento del Síndrome de Estocolmo en 1973 cuando un ladrón intentó asaltar el Banco de Crédito de Estocolmo en Suecia. En ese robo, el ladrón tomo como rehenes a tres mujeres y un hombre, todos ellos empleados de la sucursal.
Tras las amenazas de las autoridades, los rehenes terminaron por ayudar y proteger al ladrón. Tanto es así que al término de los hechos una de las rehenes afirmó que confiaba plenamente en su captor y que viajaría por todo el mundo con él. Ese tipo de reacción fue bautizada por el psiquiatra Nils Bejerot, asesor de la policía sueca, como el Síndrome de Estocolmo.
Casos paradójicos de este tipo se han dado a lo largo del tiempo y vienen a explicar un mecanismo de defensa mental de las víctimas que se creen impotentes ante una situación de vida o muerte. Argumentos como el Síndrome de Estocolmo han servido además como leit motiv para contar muchas historias en el ámbito teatral, literario o cinematográfico (muchas series sobre ello).
Con tanta historia detrás, más de 45 años han pasado desde el dictamen del psiquiatra sueco, los manuales internacionales de trastornos psicológicos no incluyen este desorden. Por tanto, en principio no cabría defensa en un proceso judicial.
Síntomas del Síndrome de Estocolmo
Para valorar los síntomas de este síndrome, concurren varios estados emocionales de las víctimas de un secuestro que finalmente explican su desenlace.
En un primer momento, alguien que es capturado y padece este síndrome tiene un sensación de peligro, angustia e inseguridad lógicas del momento. Cuanto más tiempo dure una captura, mayor es la probabilidad de que aparezca el Síndrome de Estocolmo, especialmente si el capto no se muestra violento.
De este forma, según pasa el tiempo, el viaje mental del capturado se traslada hacia la duda y, activándose los mecanismos de defensa mentales, la atracción. El instinto por la supervivencia compartida de ambos sujetos es lo que llevará al acercamiento. El Síndrome esta plenamente activo cuando el rehén entiende y justifica el acto y se adhiere a la causa. Aun terminado el secuestro, las secuelas del síndrome se puede manifestar en una mayor atracción e incluso enamoramiento.
De estos síntomas podremos entender ciertos patrones en los comportamientos que comparten rehén y secuestrador:
- Ambos tienen el deseo de la supervivencia y, por tanto, colaboran para ello.
- Se protegen. El rehén quiere seguir viviendo y el captor desea lo mismo para que la policiía pueda darle lo que pide.
- Ambas son historias de desarrollo personal.
- La presión psicológica de ambos es muy alta.
Tratamiento psicológico
No se conoce ningún fármaco ni solución mágica que haga desaparecer este Síndrome y la forma de tratarlo se basa en terapia psicológica. Con ayuda de los expertos, una persona puede superar esta situación y con el paso del tiempo la recuperación de las rutinas del que padece este síndrome, los buenos sentimientos hacia su captor tienden a desaparecer.
Muy relacionado con el Síndrome de Estocolmo puede estar el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), ya que muchas víctimas han terminado por ser diagnosticadas así por los psicólogos. En estos casos, la solución pasa por la terapia cognitiva conductual, el apoyo social y medicamentos indicados.
El Síndrome de Estocolmo en otros entornos
Síndrome de Estocolmo Doméstico
Este acercamiento que tienen las rehenes de un secuestro hacia su captor es un proceso muy similar el que se da en numerosos casos de violencia de género, una de las lacras del siglo XXI.
Por increíble que parezca, este síndrome también puede hacer acto de presencia en mujeres maltratadas o humilladas por sus parejas. Incapaces de denunciar la situación, las víctimas se acercan todavía más a sus agresores por diversas causas.
Desgraciadamente, también se casos hoy en día de mujeres que incluso llegan a retirar la denuncia contra sus parejas y se intensifica su relación afectiva. El mismo psicólogo que puso el nombre al Síndrome de Estocolmo admite que este proceso psicológico es más elocuente en estos fenómenos.
Síndrome de Estocolmo laboral
Trasladando todos estos rasgos al plano laboral, también podemos encontrarnos con este síndrome en las empresas. En muchas de ellas, una empleado puede encontrarse muy vinculado con ellas y al mismo tiempo ser maltratado por sus compañeros o jefes.
También en este caso se puede decir que hay víctimas y verdugos y a pesar de todo, el afectado quiere continuar desempeñando su labor. De hecho, hay casos en los que todo ello se hace costumbre en una persona, llegando a obviar la negatividad de este otro maltrato. Al igual que hicimos inicialmente, ahora vamos a ver los patrones y comportamientos para detectar el Síndrome de Estocolmo dentro de una organización:
- El afectado solo ve la parte positiva de trabajar en la empresa en cuestión.
- No quiere abandonar pese a maltratos psicológicos, vejaciones o sueldos injustos.
- La organización suele destacar por mantener un clima laboral tóxico.
- Las estructuras jerárquicas suelen ser muy piramidales. Todo esta jerarquizado. Hay mucha sumisión por parte de los afectados por el síndrome.
- El miedo y las faltas de respeto son dinámicas frecuentes.
Mobbing
Muchos de los casos de Síndrome de Estocolmo Laboral aparecen cuando se produce el llamado mobbing, es decir, el conjunto de acciones que tratan de intimidar, degradar y arrinconar a los trabajadores en una empresa. Gran parte de estas acciones de mobbing pretender forzar a que el trabajador abandone su puesto de trabajo, dimita y, por tanto no reciba indemnización. Sin embargo, puede haber otras finalidades como aceptar condiciones degradantes o incluso el mobbing tan solo puede perseguir humillar a un profesional.
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