Obsesionarse con tener un cuerpo perfecto no siempre es sinónimo de salud. En España, cerca de 700.000 personas padecen vigorexia, un trastorno que transforma la búsqueda de bienestar físico en una carrera obsesiva por desarrollar masa muscular y alcanzar estándares de belleza irreales. Aunque la preocupación por el aspecto corporal ha ganado visibilidad en los últimos años, la vigorexia sigue siendo una condición poco conocida, con un diagnóstico complejo y consecuencias que van más allá de lo físico.
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La trampa de la perfección
El término puede sonar lejano, pero sus manifestaciones son cada vez más comunes: entrenamientos extremos, dietas restrictivas, consumo de suplementos sin control médico e incluso uso de esteroides. Detrás de estas prácticas no hay solo ambición deportiva, sino una distorsión profunda de la imagen corporal.
“Se trata de un deseo, en ocasiones obsesivo, de mejorar la apariencia y transformar el cuerpo hasta el extremo. Las personas que padecen vigorexia no solo experimentan un deterioro físico, sino también un fuerte desgaste emocional. Viven atrapadas en una insatisfacción constante que no se alivia ni siquiera con cambios visibles”, explica Jorge Buenavida, psicólogo de Blua de Sanitas.
Redes sociales: espejos deformantes
La presión por alcanzar un cuerpo ideal no nace en el gimnasio. Para muchos, comienza en la pantalla del móvil. Las redes sociales, con sus filtros, cuerpos esculpidos y discursos motivacionales cargados de exigencia, se han convertido en un caldo de cultivo perfecto para los trastornos relacionados con la imagen.
“Los estándares estéticos que circulan por redes sociales generan un ciclo de comparación permanente. Cuanto más idealizados son los cuerpos que consumimos, más insatisfechos nos sentimos con el nuestro”, afirma Buenavida.
Este entorno digital hipervisual refuerza la idea de que el cuerpo debe ser moldeado, corregido y transformado constantemente. Un mensaje peligroso, sobre todo para los más jóvenes.
Cuidarse sin caer en la obsesión: claves para prevenir la vigorexia
Desde Sanitas, los expertos han elaborado una serie de recomendaciones para abordar este trastorno desde la prevención y el acompañamiento. Todas ellas giran en torno a un mismo principio: la salud no se mide en kilos de músculo ni en porcentajes de grasa, sino en equilibrio.
- Metas realistas en el ejercicio
Hacer deporte debe ser sinónimo de bienestar, no de castigo. Por eso, es importante fijar objetivos saludables y sostenibles, priorizando una actividad física equilibrada frente a rutinas centradas exclusivamente en el desarrollo muscular. - Aceptar el cuerpo y sus tiempos
La autoaceptación es una herramienta poderosa frente a la vigorexia. Aprender a valorar lo que el cuerpo puede hacer —más allá de cómo se ve— ayuda a reducir la autoexigencia. Actividades como el yoga o la meditación pueden ser grandes aliadas en este proceso. - No automedicarse ni suplementarse sin control
El uso de productos para ganar masa muscular sin supervisión médica puede tener consecuencias graves. Lo ideal es acudir a un profesional que pueda personalizar las recomendaciones en función de las características y necesidades reales del cuerpo. - Adoptar una visión integral de la salud
Estar en forma no es solo tener un abdomen marcado. También implica cuidar el sueño, la salud mental, la alimentación y las relaciones sociales. Solo así es posible construir un bienestar auténtico y duradero. - Practicar el deporte como disfrute, no como exigencia
Bailar, nadar o jugar en equipo: hay muchas formas de moverse que no pasan por levantar pesas ni aumentar volumen. Elegir actividades que generen placer más que presión es clave para mantener una relación sana con el ejercicio.
Cuando el espejo distorsiona la realidad

Pese a estas recomendaciones, hay veces en que la relación con el cuerpo y el ejercicio ya se ha vuelto tóxica. En estos casos, los profesionales insisten en la importancia de pedir ayuda. La terapia cognitivo-conductual, enfocada en desmontar pensamientos irracionales y modificar patrones de conducta, ha demostrado ser una de las vías más efectivas para tratar la vigorexia.
“El mayor peligro de este trastorno es su invisibilidad. Se camufla bajo la apariencia de un estilo de vida saludable, cuando en realidad puede estar alimentando una gran fragilidad emocional”, advierte Buenavida.
Más que músculos: redefinir la fortaleza
Con todo, cuando hablamos de vigorexia no estamos cuestionando el deporte ni la búsqueda de hábitos saludables. Es, más bien, una llamada de atención para replantear qué significa realmente cuidarse. En un entorno social que valora la imagen por encima de la salud, es urgente promover una cultura del cuerpo más amable, diversa y realista. Porque estar sano no es estar perfecto. Es estar en paz con uno mismo.