Los retos actuales de la empresas pasan por su transformación digital y mejorar la experiencia de sus clientes. En definitiva, necesitan dar un paso adelante en sus procesos de innovación y además de máquinas, es necesario que apliquen la filosofía del design thinking.
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¿Qué es el design thinking?
El design thinking es un término relativamente novedoso, pero su esencia es historia en las estrategias empresariales. Y es que se trata de una metodología que sitúa a las personas en el centro de la ecuación, sean empleados o clientes. Desde este punto de vista el design thinking anima a las organizaciones a centrar sus productos o servicio en función de las necesidades reales a los individuos. Por ello, cuando un equipo de trabajo se sienta a pensar en una innovación empresarial, lo primero que se cuestiona es cuál será la necesidad humana que hay detrás.
Como se decía, es una esencia de las que han encarnado las grandes empresas e invenciones. Cuando se creó el automóvil, se hizo porque había una necesidad real para las personas. Lo mismo con internet o los smartphones. Detrás de este tipo de lanzamientos hay personas y negocios brillantes que han empleado técnicas propias del design thinking.
Las tres claves del design thinking
Todas estas personas y empresas poseen una mentalidad y culturas distintas a lo tradicional y abordan los problemas desde una nueva dirección. El denominador común de esta metodología se basa en tres claves: buscar y diseñar productos que sean deseables, factibles desde el punto de vista tecnológico y viables económicamente.
El design thinking es aplicable sin importar su función o industria. Tanto si trabaja en empresas, como en la administración pública, la educación o las organizaciones sin ánimo de lucro, esta enfoque puede ayudar a desarrollar soluciones innovadoras basadas en las necesidades de los clientes. Hay muchos ejemplos de esta metodología aplicada en un una gran de industrias y prácticas.
Beneficios para las empresas
Quedando claramente definidos los beneficios de los consumidores con el trabajo de las empresas que operan bajo el desing thinking, los impactos positivos que tienen las propias marcas también son bastante evidentes. Entre ellos destaca:
- La mejor comprensión de las insatisfechas de las personas para las que está creando (véase clientes, alumnos, usuarios, etc.).
- La reducción del riesgo asociado al lanzamiento de nuevas ideas, productos y servicios.
- La adopción un cultura innovadora que genera soluciones revolucionarias, no sólo incrementales.
- La virtud de aprender e iterar más rápido.
- Una imagen positiva en la mente del consumidor. El design thinking es un indicador muy sólido para la buena reputación empresarial.
Etapas dentro de un proceso de design thining
Hay muchas variantes del proceso de design thinking en uso hoy en día, y tienen de tres a siete fases, etapas o modos. Sin embargo, todas las variantes son muy similares y encarnan los mismos principios descritos por primera vez por el Premio Nobel Herbert Simon en The Sciences of the Artificial en 1969.
En su enfoque más vanguardista, estas son las cinco fases por las que atraviesa todo proceso de creación de soluciones basado en el design thinking.
- Empatizar con los usuarios o destinatarios de la solución a crear. Puede ser una población amplia o segmentos distinguidos.
- Definir las necesidades de los usuarios, su problema y tus conocimientos.
- Idear, desafiando las suposiciones y creando ideas para soluciones innovadoras.
- Crear prototipos para empezar a crear soluciones.
- Probar las soluciones.
Es importante señalar que las cinco fases, etapas o modos no siempre son secuenciales. No tienen que seguir ningún orden específico y a menudo pueden ocurrir en paralelo y repetirse de forma iterativa. Por ello, no hay que entender las fases como un proceso jerárquico o paso a paso. Por el contrario, se debe considerarlo como una visión general de los modos o fases que contribuyen a un proyecto innovador, en lugar de pasos secuenciales.
También es clave decir que es un proceso dinámico en el que puede avanzar y retroceder cuantas veces se necesite, con tal de dar con la mejor solución. Esto está muy relacionado con la mentalidad emprendedora de aprender de los errores y de abrazar la cultura del fracaso. “Solo se tiene éxito si se intenta y se ha fracasado antes”.
¿En qué se diferencian el design thinking y la experiencia de cliente?
Llegados a este punto de la teoría – luego en la práctica había que hablar del trabajo en equipo y metodologías agile – habría que diferenciar el design thinking con la llamada experiencia de usuario o experiencia de cliente, una tendencia muy notable en la actividad empresarial.
Ambas manera de operar están muy centrados en el usuario y se basan en la empatía. De hecho, los diseñadores de las técnicas de la experiencia de clientes utilizarán muchos de los pasos establecidos en el proceso de design thinking, como la investigación de usuarios, la creación de prototipos y las pruebas.
Las diferencias entre ambas disciplinas podrían estar en el tempo de las soluciones. Y por ello el impacto del Design Thinking se percibe a menudo en un nivel más estratégico porque explora un espacio de problemas para descubrir posibles soluciones. En otras palabras, trata de adelantarse a solucionar la vida a las personas.
Si el Design Thinking se centra en la búsqueda de soluciones, el diseño de la experiencia de usuarios se ocupa más bien de diseñar realmente estas soluciones y de asegurarse de que sean utilizables, accesibles y agradables para el usuario.
Se puede considerar el design thinking como un conjunto de herramientas en el que se sumergen los diseñadores de experiencias de clientes.
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