n apenas 40 años, los videojuegos han pasado de ser un entretenimiento de nicho reservado a las salas arcade y a unos pocos hogares con ordenador personal, a convertirse en una de las industrias culturales más poderosas del planeta. El dato habla por sí solo: según PwC, la industria global alcanzará los 275 mil millones de euros en 2026, una cifra que rivaliza con sectores como el cine o la música.
En España, el fenómeno no es menor. Según la Asociación Española de Videojuegos (AEVI), 22 millones de personas jugaron en 2024, el récord histórico que coloca al país como el tercer mercado europeo, con una facturación que supera los 2.400 millones de euros.
“Los videojuegos han acompañado cada revolución tecnológica: primero fueron los píxeles y los cartuchos, después internet, el móvil y ahora la inteligencia artificial. Cada salto no sólo cambió cómo jugamos, sino cómo nos relacionamos con el mundo digital”, resume Kevin Janzen, CEO del Games & Edtech Studio de Globant, la compañía que ha participado en desarrollos icónicos como FIFA, Hogwarts Legacy o Fortnite.
Tabla de Contenidos
De los píxeles al 3D y la realidad virtual: la historia de la industria de los videojuegos desde los años 80
En los años 80, los jóvenes llenaban los salones recreativos para competir en títulos como Pac-Man o Street Fighter. Poco después, microordenadores como el Sinclair ZX Spectrum o el Commodore 64 llevaron la experiencia a casa, antes de que las consolas de 16 bits como la Sega Genesis o la Super Nintendo conquistaran los salones familiares.
El salto al 3D con juegos como Super Mario 64 o Winning Eleven marcó un antes y un después. “Ese fue el momento en que los videojuegos dejaron de ser sólo entretenimiento para convertirse en mundos a explorar”, recuerda Janzen. La llegada de placas gráficas a PC, como la Diamond Monster 3D, o la potencia de consolas como Dreamcast, PS2 o Xbox 360, allanaron el camino hacia experiencias inmersivas que hoy encuentran su punto álgido en la realidad virtual y los gráficos fotorrealistas.
Internet: el gran punto de inflexión
El desarrollo de la conectividad global lo cambió todo. Por primera vez, millones de personas podían enfrentarse o colaborar en tiempo real, generando comunidades transnacionales y forjando nuevas formas de interacción social. Los videojuegos dejaron de ser un producto físico para convertirse en un servicio digital.
Plataformas como Steam, Game Pass o PlayStation Plus instauraron modelos de suscripción, mientras las microtransacciones y los contenidos descargables transformaron el negocio. Sin embargo, esta transición abrió también debates: ¿qué significa “poseer” un juego si sólo adquirimos una licencia digital que puede desaparecer con un clic?
De los juegos como servicio a la cultura global
El éxito de títulos como Fortnite, League of Legends o FIFA (hoy EA Sports FC) confirmó que el modelo de juegos como servicio había llegado para quedarse. Con eventos en vivo, temporadas y actualizaciones constantes, estas franquicias se convirtieron en plataformas culturales y no solo en productos de ocio.
El impacto económico es monumental. En Asia, el gaming móvil dispara éxitos como Genshin Impact o Call of Duty Mobile, que generan millones en ingresos a través de la personalización de personajes o la compra de ventajas competitivas.

Además, la fusión entre entretenimiento y publicidad alcanza niveles inéditos: marcas globales aprovechan entornos como Roblox o Fortnite para lanzar productos, realizar conciertos virtuales y organizar experiencias inmersivas. Según Statista, el mercado global de publicidad dentro de videojuegos (in-game advertising) alcanzará en 2025 más de 106 mil millones de euros, con previsión de superar los 155 mil millones en 2030.
La inteligencia artificial: el nuevo motor del gaming
Si internet transformó la forma de jugar, la inteligencia artificial está redefiniendo cómo se diseñan y experimentan los videojuegos. Los algoritmos permiten ajustar la dificultad de forma dinámica, personalizar la experiencia según el comportamiento del jugador e incluso anticipar el abandono ofreciendo incentivos a medida.
“La IA no sólo hace que el juego sea más desafiante, también lo mantiene vivo, adaptándose como si fuera un oponente humano”, explica Janzen. Lo que comenzó con enemigos que aprendían patrones en títulos clásicos como Mortal Kombat, hoy se convierte en ecosistemas enteros que evolucionan en tiempo real.
Pero su impacto no se limita al jugador. La IA está revolucionando el desarrollo de videojuegos: genera escenarios, personajes y mecánicas de manera automática, liberando a los equipos creativos de procesos repetitivos. “La otra parte de la revolución es cómo se crean los juegos. Ahora podemos dedicar más tiempo a la creatividad y menos a la ejecución técnica”, subraya el ejecutivo de Globant.
eSports: del salón al estadio
En paralelo, los eSports han demostrado que jugar puede ser también una profesión. Con audiencias millonarias, patrocinios y estructuras competitivas, este sector se ha consolidado como uno de los de mayor proyección global. América Latina, en particular, se ha convertido en semillero de talento y mercado clave.
Un ejemplo es 9z Globant, alianza entre el equipo 9z y la tecnológica argentina, que busca llevar al talento regional a la élite internacional. Con jugadores de Argentina, Uruguay, Brasil, Chile y México, compite en disciplinas como Counter Strike, Valorant, Sim Racing o Rainbow Six, consolidándose como una organización de referencia.

Más allá del juego
Lo que empezó como un pasatiempo en salones recreativos hoy es una de las industrias culturales más rentables y con mayor capacidad de influencia social. Los videojuegos no sólo han transformado la manera en que nos entretenemos: han dado forma a nuevos modelos de negocio, a comunidades globales y a herramientas tecnológicas que impactan en sectores tan diversos como la educación, la salud o la comunicación.
Del arcade al metaverso, del joystick a la IA, el gaming sigue demostrando que su historia es también la de la innovación tecnológica y cultural de nuestro tiempo.









