A partir de cierta edad, las personas tienden a pensar si pasan lo que resta de su vida en una residencia de mayores, sin embargo, está comprobado que la mayoría optaría por otra alternativa en España. De hecho, 9 de cada 10 mayores reconoce que no quieren vivir en una residencia, según ha dado a conocer la compañía de salvaescaleras para el hogar, TK Home Solutions.
Tabla de Contenidos
Datos sobre las residencias de mayores en España
Actualmente, cerca de un millón de mayores de 80 años viven solos y solo 400.000 personas viven en residencias. En nuestro país solo hay cuatro plazas por cada 100 mayores de 65, cuando la OMS recomienda que haya cinco. Además, 3 de cada 4 centros son privados, lo que implica que muchas personas no pueden costearse una residencia ni esperar hasta que les toque el turno en una pública, y eso sin contar con que quizá no cumplan los requisitos, que no son pocos, para tener derecho a ingresar en una institución de este tipo.
Lo cierto es que el aforo en las residencias está bastante completo porque, básicamente, a sus inquilinos no les queda otro remedio, ya que requieren atención las 24 horas del día por problemas de movilidad o de deterioro cognitivo. Aunque no sea de su agrado esta decisión, los cuidados en estos espacios están garantizados para proporcionales la mejor calidad de vida posible. Aspectos como la asistencia médica permanente, fisioterapia, psicología por los problemas de soledad o enfermedad, cuidado personal, el control en la medicación, la seguridad, etc., son básicos en muchos casos.
4 opciones de vida al margen de las residencias de mayores
Los mismos expertos que han dado a conocer los datos sobre el rechazo a las residencias de mayores, proponen 4 alternativas para evitar las residencias de mayores. Estas son:
1. Quedarse en casa con ayuda
Es probable que la familia se sienta más tranquila con sus mayores cuidados en una residencia, pero si no es lo que estos quieren, una opción es permanecer en el propio domicilio con atención externa o interna. Cuando no se dispone de suficientes recursos económicos, las comunidades y los ayuntamientos pueden gestionar ayudas domiciliarias en función del grado de dependencia o discapacidad de quien las solicite. Son ayudas limitadas a unas horas semanales y que no incluyen los fines de semana. Generalmente, hay que pagar una cantidad, en función de la renta de cada uno, por la atención domiciliaria. Los trabajadores sociales orientan y ayudan a realizar los trámites para hacer la solicitud.
Otra opción es la nuda propiedad, esto es, cuando alguien es propietario de su vivienda puede venderla y, sin embargo, permanecer en ella hasta que quiera o hasta que fallezca; es decir, se reserva el usufructo y sigue en su hogar a la vez que aumenta su nivel de vida para hacer frente a los gastos de cuidados.
Por otra parte, para quedarse en el propio domicilio es esencial que esté adaptado para personas con movilidad reducida. Aunque aún sea posible subir y bajar escaleras, conviene anticiparse a lo que pueda venir repentinamente y tener prevista la accesibilidad del portal, el piso o la propia vivienda por si una caída fortuita impide salir y entrar en casa o moverse por el interior.
- Ventajas: Como en casa en ningún sitio…, suele ser el sentimiento general. Es cierto que donde mejor estamos es en el propio hogar, haciendo nuestra vida, con los horarios que más nos apetezcan. Una vivienda adaptada, mientras se tenga autonomía personal, es la mejor opción.
- Inconvenientes: La soledad tiene sus riesgos. Con los años uno no es capaz de cuidar de sí mismo y necesita que alguien se ocupe de sus comidas, su medicación, su higiene. Por otro lado, en caso de accidente o enfermedad, se precisarán cuidados. Contratar una ayuda por horas o una persona interna resulta caro y, además, todo trabajador tiene horarios limitados, días libres y vacaciones.
2. Compartir vivienda
Solemos ser eso que se llama «muy nuestros». Actualmente, uno de cada cuatro hogares en España está habitado por una persona sola, pero con los años hay que cambiar de actitud. La convivencia es difícil, pero la soledad es peor. Se sabe que compartir la vida con otra persona, sea nuestra pareja o no, y siempre que la relación resulte armónica, tiene grandes beneficios para la salud cardiovascular, rebaja el estrés, reduce la depresión y otros problemas mentales y, está comprobado científicamente, alarga la vida. ¿Por qué no buscar un amigo, una hermana, alguien de la misma generación y hacerle una propuesta?
- Ventajas: Compartir espacio con otra persona, hablar de lo que nos preocupa, ocuparse uno del otro, hacer actividades juntos, cocinar para dos… y un ahorro considerable en gastos.
- Inconvenientes: La convivencia no siempre es fácil; pueden surgir conflictos si no se establecen normas desde el primer momento. Es importante ser generosos, tolerantes y respetuosos con el espacio privado de la otra persona.
3. Acceder a un piso tutelado
Los pisos tutelados son alojamientos públicos pensados para personas mayores de 65 años que no tengan una vivienda adecuada y que sean autónomas en su autocuidado. Ofrecen apoyo, supervisión y servicios comunes, como pueden ser comidas, médicos, lavandería…
- Ventajas: Suponen un ahorro importante y están pensados para quienes carecen de recursos.
- Inconvenientes: No es fácil conseguir una plaza y no los hay en todas las comunidades. Quienes tengan derecho a ellos deberán correr con sus gastos de suministro.
4. Recurrir al cohousing o coliving
Con estos anglicismos se denominan las viviendas pensadas para mayores que quieren huir de la masificación de las residencias convencionales y de su inevitable régimen cuartelario. Se trata de un modelo adoptado mayoritariamente en los países del norte de Europa, que crece en Francia y Gran Bretaña y esperemos que también aquí, dada la longevidad en nuestro país. No hay que olvidar que el negocio del cuidado a los mayores, según recuerda TK Home Solutions, ya supone un 0,4 % del Producto Interior Bruto en España.
El coliving consiste en una especie de cooperativa de mayores con habitaciones individuales y zonas comunes, con servicios y equipamientos colectivos (cocina, lavandería…) y programas de envejecimiento activo. Esta modalidad huye de la masificación: suele acoger, como mucho, a 30 personas. Se trata de viviendas colaborativas consideradas como centros de servicios sociales, con instalaciones adaptadas y accesibles para personas de movilidad reducida. Para vivir en régimen de cohousing, se requiere hacer una aportación inicial y pagar una cuota mensual.
- Ventajas: Socializarse, hablar con los demás, compartir tiempo, opiniones, ocio, obligaciones… y saber que hay alguien que se preocupa por nosotros.
- Inconvenientes: No suele ser barato y hay que cumplir unas normas de convivencia.
Deja una respuesta