¿Dónde estoy? Por qué algunas personas tienen mal sentido de dirección y como pueden mejorar.
Aquí esta una meditación familiar a cualquiera que haya vagado en el pasillo de su nueva escuela o de un centro comercial. “No tengo idea de donde estoy.”
A lo que nos referimos comúnmente es como nuestro sentido de dirección es una mezcla compleja de lo externo y lo innato: tenemos que procesar la información que tomamos de nuestro alrededor inmediato o de un mapa mientras planeamos y entonces recordamos cual es el mejor camino del punto A al punto B. Y cuando vamos por mal camino, como ocurre a menudo, tenemos que reajustar y acudir a una nueva ruta.
¿Qué es lo que va mal? Adelantémonos un poco y miremos algunos de los factores que estorban nuestro mapa interior, y ver si existe algo que podamos hacer para encontrar mejor nuestro camino a la cafetería la próxima vez
Nuestro Pequeño Sistema Navegacional
Las semillas de navegación están sembradas en la misma región del cerebro responsable de mantener la memoria, es decir, el hipocampo, cercano a la corteza entorrinal. Pero mientras la memoria este entrelazada con nuestro sentido de dirección, este no es todo el panorama. En las pasadas décadas, los científicos han descubierto varios tipos de neuronas particularmente afinadas para viajar.
En todo el cerebro hay células de dirección que se activan solo cuando nuestras cabezas voltean a cierta dirección, ayudando a nuestras mentes a desarrollar un compás rudimentario. En el hipocampo, las células disparan impulsos eléctricos cuando sea que entremos en un lugar conocido, con cada haz de células activas correspondiendo únicamente a un lugar individual. Por último y más recientemente, los científicos han encontrado evidencia de las llamadas células cuadriculas en la corteza entorrinal que se activan en un patrón repetible en relación a donde estamos en un lugar.
Si las células son las representación neural de un mapa interno cognitivo, los investigadores teorizaron que las células cuadricula son equivalentes a un sistema de GPS. Pueden anclar nuestro cuerpo en el ambiente que nos rodea, incluso si no hemos de ante mano memorizado meticulosamente el área. De hecho, un estudio en el 2013 encontró que neuronas en la corteza entorrinal se activaron en pacientes epilépticos mientras jugaban un video juego que requería que viajaran a un lugar previo.
“Sin las células cuadricula, es como que los humanos se pierdan frecuentemente o tengan que navegar basándose en puntos de referencia. Las células cuadricula son en consecuencia críticas para mantener un sentido de localización en un entorno,” dijo el autor líder el Dr. Joshua Jacobs en el momento que salió el estudio.
Estudios más recientes han mostrado que las personas con señales más pobres en la corteza entorrinal se les hace más difícil navegar un entorno virtual. Y esta teorizado que los pacientes con Alzheimer se pierden frecuentemente porque la corteza entorrinal y el hipocampo son algunas de las principales regiones del cerebro que diezma la enfermedad degenerativa. Otra rara enfermedad neurológica, como el desarrollo de desorientación topografica, y ciertos tipos de lesiones en el cerebro pueden acortar permanentemente nuestra habilidad para navegar.
¿El sexo femenino es malo leyendo mapas?
Una corteza entorrinal deslucida no es la única razón para un mal sentido de dirección.
Muchos estudios han encontrado que, en promedio, los hombres superan a las mujeres en procesamiento espacial – organizando y reorganizando información visual en la mente para resolver problemas. Esa habilidad parece llevar a habilidades de navegación ligeramente mejores.
Como regla general, aunque, según cabe suponer que las diferencias innatas entre hombres y mujeres, especialmente aquellas atribuidas a nuestro cerebro, tiende a resultar ser el resultado de lógica defectuosa. Una reseña en el 2012 del sujeto encontró que los científicos dependen muchas veces de la narrativa conveniente de la selección natural para explicar la diferencia espacial.
Una teoría prevalente que los autores del estudio citaron es que los hombres evolucionaron para ser mejores navegadores porque necesitan cazar lejos para volver con comida, mientras que las mujeres se podían juntar cerca de las casas. Aquellos que no eran buenos navegadores simplemente morían.
“Si piensas en la historia, solo los hombres que eran capaces de volver lo pasaron a sus genes. Sin embargo, recuerda que esos hombres también pasaron sus genes a su descendencia que eran mujeres. Así que esas mujeres además van a heredar esos genes para una navegación superior,” explicó el Dr. Justin Rhodes, un neuro científico de la Universidad de Illinois.
Como otro clavo en el cajón, cuando el equipo miró a otras especies mamíferas, no encontraron una clara relación entre los hombres que tenían un largo recorrido a casa con las mujeres y una “mejor navegación.”
Más que una adaptación producto de la evolución, es posible que la diferencia entre los sexos es un mero efecto colateral de un mayor nivel de testosterona en los hombres – una teoría mejor soportada por los datos que Rhodes y su equipo analizaron y también otros científicos un tiempo atrás.
Antes que cualquier mujer vaya a comprar bebidas con testosterona para mejorar sus poderes navegacionales, un estudio en Febrero del 2016 encontró que una dosis extra de hormonas no hace absolutamente nada para mejorar el sentido de dirección de las mujeres, aunque puede retocar temporalmente su conexión cerebral.
“Nuestros resultados mostraron que la testosterona tenía un efecto de mejora en ciertos aspectos de la cognición espacial de mujeres saludables, pero ese comportamiento complejo como la navegación, depende más de estrategias que se aprenden, y no se altera por un incremento en la actividad neuronal en regiones relevantes del cerebro,” dijo el Dr. Carl Pintzka, líder autor. “Esto sugiere que las ventajas de navegación de los hombres refleja diferencias de sexo principalmente en el comportamiento estratégico.”
La práctica hace la perfección
Además de nuestra biología, una de las mayores razones de nuestras habilidades navegacionales pueden ser los mapas que usamos.
Como los GPS externos se han vuelto omnipresentes en nuestros carros, los teléfonos inteligentes, e incluso los lentes, subsecuentemente han facilitado nuestra dependencia a los mapas internos que cargamos dentro de nuestras cabezas. Un estudio del 2010 por investigadores de la Universidad de McGill encontraron que adultos más viejos que reportaron usar regularmente el GPS para navegar tenían menos actividad y menos materia gris en su hipocampo comparado a aquellos que no usaban el GPS; además rindieron ligeramente peor en pruebas de cognición. Como consecuencia, un estudio del 2008 encontró que el hipocampo de los conductores de taxis en Londres eran en promedio más grandes que aquellos de la población general.
“El hipocampo es crucial para la navegación y lo usamos como ‘navegación por satélite,’” dijo el autor líder del estudio del 2008 el Dr. Hugo Spiers del Instituto de Neurociencia Conductual de la Universidad de Londres en ese momento. “Los conductores de los taxi de Londres, que tienen que saber la ubicación de cientos de miles de calles, tienen la ‘navegación satelital’ innata más refinada y poderosa, fortificado por años de experiencia.”
En otras palabras, parece que la manera más efectiva de mejorar nuestro sentido de dirección es inscribirse a Uber y recorrer por varios años. O quizá solo tomar caminatas espontaneas y sin guía por el vecindarios.
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